Alan Turing: Orígenes de la computabilidad



Alan Turing explica la resolución al problema decisorio
(Entscheidungsproblem) de David Hilbert
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Alan Turing y la computadora
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Turing, el hombre
Alan Mathison Turing nació el 23 de junio de 1912, en Londres, de una familia de pequeña nobleza con gran tradición intelectual, cuya genealogía puede rastrearse hasta el siglo XIV. Su abuelo estudió matemáticas en Cambridge, pero las abandonó por un curato de la Iglesia de Inglaterra. Tuvo 10 hijos. El segundo, padre de Alan, estudió literatura e historia en Oxford y sirvió como oficial del Imperio en ultramar. En un viaje de vuelta de la India, conoció a una irlandesa y se casó con ella, para volver juntos a la India donde en el otoño de 1911 fue concebido su segundo hijo, Alan.
Un año después Alan se quedaría solo en Inglaterra, a cargo de una familia inglesa, junto con su hermano mayor, John. La madre no los visitaría sino en 1915, y solo brevemente. En 1916 la pareja volvió a Inglaterra, y el padre regresó solo a la India. Como era de esperar dadas las circunstancias, Alan creció como un niño díscolo y dado a los berrinches. Más tarde, al regresar el padre, intentaría restablecer su autoridad sobre Alan, y le sería muy difícil.
En el año 1917, Alan aprendió a leer por sí solo, en tres semanas, con ayuda de un libro titulado "Leer sin lágrimas". En 1918 se matriculó en la escuela para aprender latín, con lo que comenzaron 10 años de luchas con la pluma de fuente y la escritura, ninguna de las cuales pudo nunca dominar suficientemente bien para superar la producción de manchones. En un picnic que realizó la familia un año más tarde, Alan fue capaz de localizar una colmena de abejas silvestres observando sus trayectorias y proyectando su intersección. En ese período, Alan disfrutaba mucho dibujando mapas. Sus padres lo dejaron de nuevo solo y esto lo afectó tanto que cuando su madre volvió a Inglaterra dos años después, no sabía todavía dividir (a la edad de nueve años). En 1921 volvió también su padre.
A fines de 1922, alguien le regaló un libro americano titulado "Maravillas naturales que todo niño debe conocer", de Edwin Tenney Brewster, que le abrió los ojos para la ciencia y lo dejó marcado para toda la vida con un punto de vista materialista sobre todas las cosas. En ese libro, los seres vivos se presentaban como máquinas:
Por supuesto, el cuerpo es una máquina. Es una máquina muy compleja, muchas, muchas veces más complicada que cualquier máquina hecha con las manos; pero sin embargo una máquina. Se la ha comparado a una máquina de vapor; pero eso era antes de que se conociera suficientemente cómo trabaja. En realidad es semejante a una máquina de gas, como el motor de un automóvil, de un barco o de una máquina voladora[1].
Al comenzar la adolescencia, su padre renunció a su puesto en la India y se radicó con su esposa en Francia, en la costa de Bretaña, con el objeto de esquivar el pago de unos impuestos. Los hijos los visitaban en Navidad y Semana Santa, y los padres iban a Inglaterra en el verano. Este retiro prematuro del padre, que la familia consideró una decisión desastrosa, agrió mucho las relaciones entre los esposos. Durante ese tiempo, Alan se dedicó a estudiar francés, que se convirtió en su mejor asignatura, y a hacer experimentos de química, con un juego que le regalaron. También disfrutaba sobremanera jugando ajedrez, aunque nunca llegó a ser bueno en este juego. Por esa época, una gitana le profetizó que sería reconocido por la posteridad como un genio.
En mayo de 1926, debió comenzar sus estudios secundarios en la escuela de Sherborne, en el sur de Inglaterra. Era una de las tradicionales escuelas públicas inglesas de la época, encargadas de inculcar los valores de la era victoriana y preparar a los futuros oficiales del Imperio. Alan, que se encontraba entonces con su familia en Francia, atravesó el estrecho entre St. Malo y Southampton en ferry, solo para encontrarse al llegar a Inglaterra con una huelga que había paralizado los transportes. Pero tal obstáculo no iba a detenerlo en su empresa educativa, sobre la cual tenía grandes esperanzas. Se consiguió una bicicleta, y pedaleó sesenta millas hasta llegar a su destino. El hecho fue tan excepcional que lo reportó el periódico de la localidad. Fue una de las muchas maneras que tuvo Turing de vivir su vida de manera independiente, aprovechando de modo original las oportunidades que le brindara el ambiente.
Durante este largo período de internado Alan se quejó mucho de lo absurdamente poco que se exigía de él en términos de aprendizaje intelectual. Efectivamente, el sistema victoriano de educación daba preferencia a la formación moral, es decir, a la transmisión de las ideas de respeto a la autoridad, obediencia, cooperación y lealtad, a poner siempre la casa y la escuela por encima de los deseos personales. Bajo tal sistema, no se procuraba en absoluto "abrir la mente" del educando, como preconizaba el apreciado libro de Brewster. Lo único que un alumno podía hacer frente a tal sistema era conformarse, rebelarse o ensimismarse; Alan optó por ensimismarse. Tuvo que abandonar sus experimentos de química porque, según sus maestros, "producían malos olores". En general, era considerado un niño sucio, porque siempre andaba manchado de tinta, despeinado y con la camisa salida del pantalón. Le iba mal en todas las asignaturas, incluso en matemáticas, donde su profesor se quejó una vez de que descuidaba "las bases" para hacer investigaciones en matemáticas avanzadas.[2]
En 1927 conoció a un niño, compañero de la escuela, llamado Christopher, que lo atrajo profundamente. Pronto se hicieron amigos, y durante varios años disfrutaron de interminables conversaciones sobre matemáticas y diversas cuestiones científicas. Antes y después de las clases, Alan discutía con él sobre relatividad, o le mostraba sus cálculos de pi hasta la posición decimal 37. Años más tarde, al salir del colegio, esta intensa amistad terminaría trágicamente, pues Christopher murió de tuberculosis en febrero de 1930. A raíz de esta tragedia, Alan se acercó mucho a la familia de su amigo, que se dedicó a venerar la memoria de Christopher como la de un santo. Durante este período Alan coqueteó con la idea de la trasmigración de las almas, pues muchas veces creyó encontrarse en la presencia ultrafísica de su alma gemela. En particular, creyéndose intelectualmente inferior a su amigo, se sintió sin embargo llamado a realizar la obra matemática a que Christopher estaba destinado. La familia de Christopher procedió a establecer un premio científico a su memoria, que Alan ganó con sus trabajos en repetidas oportunidades.
Al terminar sus estudios secundarios, Alan ganó una beca para uno de los prestigiosos "colegios" de la Universidad de Cambridge, el King's College. Alan encontró en Cambridge un ambiente único de libertad y de estímulo intelectual, lo más parecido al hogar intelectual que nunca llegaría a tener. Allí se sintió de nuevo atraído por un compañero, a quien se atrevió a declarar su amor, sólo para descubrir que no era correspondido. Más tarde, sin embargo, logró establecer una relación con otro compañero, que si bien careció de la emoción de las dos primeras, pudo desarrollarse con naturalidad y sin mayores contratiempos, constituyéndose probablemente en la relación personal más substantiva que tuvo durante su vida. Fue así como Alan llegó a aceptar la inclinación homosexual como parte de su naturaleza, actitud que solo pondría en duda por breve período cuando llegó hasta comprometerse con una compañera de trabajo, durante su legendaria lucha por descifrar el código secreto de la armada alemana.
Fue como estudiante de posgrado en Cambridge, que Alan realizó su máximo descubrimiento. En la primavera de 1935, Alan tomó un curso sobre los fundamentos de las matemáticas dado por el matemático M.H.A. Newman
M.H.A. Newman(1950)
En ese momento, Newman era, con J.H.C. Whitehead, el más destacado exponente de la topología [3]. En los años treinta, la topología estaba unificando y generalizando gran parte de las matemáticas. La base de la topología era la teoría de conjuntos, de modo que Newman se había dedicado a aclarar los fundamentos de esta teoría. 
David Hilbert
Así fue como se puso en contacto con Hilbert, y conoció su llamado a los matemáticos para resolver el problema decisorio. En su versión del problema, Newman planteó a sus alumnos de 1935 la cuestión de saber si existía un proceso mecánico que pudiera ser aplicado a un enunciado matemático y producir como contestación si el enunciado podía probarse o no. La frase de Newman "proceso mecánico" quedaría sonando en los oídos de Alan. Fue entonces cuando comenzó a soñar con máquinas.
"Por supuesto, el cuerpo es una máquina. Es una máquina muy compleja, muchas, muchas veces más complicada que cualquier máquina hecha con las manos; pero sin embargo una máquina", había escrito Brewster. Como tal máquina, el cuerpo era un sistema determinista. Pero Alan debía abstraer esta cualidad de estar determinado y aplicarla al manejo de símbolos. Los matemáticos solían hablar de las reglas matemáticas como procesos mecánicos, pero dejaban el concepto de máquina sin definir, como si las acciones mecánicas fueran simplemente mágicas: "Se aprieta un botón, y sale la respuesta". Esa actitud dejaba a Alan profundamente insatisfecho.
Por supuesto, ya existían máquinas que manipulaban símbolos, como la máquina de escribir. En su infancia, Alan había soñado con inventar una máquina de escribir. Su madre poseía una. Se habría preguntado muchas veces en qué consistía para una máquina de escribir su calidad de mecanismo, en qué sentido su comportamiento estaba determinado por la estructura de sus partes. Pero como máquina procesadora de símbolos, la máquina de escribir tenía un defecto fundamental: podía "escribir" pero no "leer" símbolos. En todo caso, Alan se sintió profundamente motivado a producir el diseño de una máquina que despejara la magia de las argumentaciones que hacían los matemáticos, estableciendo un puente entre esas especulaciones matemáticas y los procesos físicos.
Así, en el verano de 1935, Alan debió retomar sus inquietudes de la infancia y emprender un proceso mental de rediseño de una máquina de escribir. Primero debió, para eliminar los problemas de márgenes y cambios de renglón, estipular un "papel" de una sola dimensión, indefinidamente extendible en varias direcciones: fue su famosa "cinta infinita" en ambas direcciones. Enseguida, debió prever que la máquina no solo escribiera, sino fuera también capaz de borrar lo escrito (o lo que es prácticamente equivalente, estampar un símbolo nuevo sobre uno ya escrito). Después, y de lo más importante, habría que darle a la máquina la capacidad de "leer", o (más exactamente) rastrear[4], los símbolos previamente escritos en la cinta. Finalmente, habría que conservar la capacidad original de la máquina de escribir de moverse un cuadro por vez, hacia la derecha o hacia la izquierda
Tómese nota de que la digitalidad espacial del mecanismo estaba asegurada de antemano, dado que normalmente una máquina de escribir imprimía en una posición del papel o en la siguiente, pero nunca (sin forzar la acción) en una posición intermedia. Y en cuanto al tiempo, la acción de la máquina en cada momento debería hacerse depender de la configuración actual de la máquina y de la acción tomada por su motor (por ejemplo, la presión de los dedos); pero si la máquina tuviera que ser de acción automática –sin intervención humana–, como lo preconizaba el planteamiento de Newman, entonces sería necesario dotarla de una "tabla de comportamiento", de tamaño pequeño, donde se le indicara qué acción realizar en cada caso, con base en el estado en que se hallara la máquina y en el símbolo rastreado en ese momento. Finalmente, el paso crucial en el razonamiento creador de Alan debió haber sido la percatación de que la tabla de comportamiento podría ser escrita en el mismo tipo de escritura que la máquina era capaz de escribir y rastrear, con lo que pasaba a ser posible que una máquina leyera la descripción de otra máquina (¡o de sí misma!).
Así, a principios de 1936, el proceso mental crucial de la obra de Turing debió quedar completamente terminado. Podríamos decir que para entonces llegaba a la madurez –no cumplidos todavía los 23 años– no solo su contribución mayor a la tecnología y cultura occidentales, sino también su concepción mecanicista integral del universo. En ese momento, su amigo Christopher debió experimentar una segunda muerte, al quedar definitivamente enterradas por un materialismo congruente y total las ideas místicas de sus años de adolescencia. La redacción de "Números computables" habría sellado esta transición (On computable numbers with an application to the entscheidungsproblemReceived 28 May, 1936). 

"On computable numbers, with an application to the Entscheidungsproblem."
In: Proceedings of the London Mathematical Society. 
2nd series, vol. 42, pt. 3 (November 30, 1936)
En abril de 1936, Alan mostró a Newman este trabajo, que incluía la prueba, esperada por el mundo de los matemáticos, de que no podía existir una máquina milagrosa que solucionara todos los problemas matemáticos. A cambio de ello, Alan delineaba el diseño de una máquina capaz de realizar cualquier cosa que un computador humano pudiera realizar: una máquina universal capaz de realizar el trabajo de cualquier otra máquina, mediante la lectura de su descripción en una cinta. Las implicaciones de tal idea eran enormes: una máquina así podría en principio llegar a realizar el equivalente de la actividad mental humana. Eventualmente, las máquinas podrían reemplazar al ser humano en todos los cómputos matemáticos. La posibilidad de construir un verdadero cerebro electrónico había surgido.
Principio básico de la Máquina de Turing
Cuando Newman leyó el trabajo a mediados de mayo, le costó creer que una idea tan simple como la máquina Turing pudiera contestar el problema decisiorio de Hilbert que había consumido por tanto tiempo tantos esfuerzos de los mejores matemáticos del mundo. Su primera impresión fue que tendría que contener un error. Finalmente, sin embargo, tuvo que aceptar que el portento era cierto. 
Alonso Church
Pocos días después llegaba, desde el otro lado del Atlántico un artículo de Alonzo Church que también contestaba –en cierta manera– el problema decisorio, aunque sus resultados eran más débiles que los de Turing. Church había desarrollado un formalismo llamado cálculo lambda y –en conjunción con el lógico Stephen Kleene– había descubierto que ese formalismo podía usarse para representar fórmulas aritméticas de manera estandarizada. En esta forma, podían probarse teoremas mediante la conversión de una cadena de símbolos en otra cadena, conforme a reglas muy simples. 
Alonzo Church: The Calculi of Lambda-Conversion(1941)
Church mostraba que el problema de decidir si una cadena podía transformarse en otra era insoluble, en el sentido de que no podía existir una fórmula del cálculo lambda que la realizara. Sin embargo, no era tan claro que "fórmula del cálculo lambda" fuera equivalente a "método eficaz". 
Árbol del combinador Y recursivo en Cálculo Lambda
Operador Y:  Y ≡ λ y . (λ x . y (x x)) (λ x . y (x x))
La demostración de Turing era más contundente y directa, basada como estaba en principios completamente básicos y elementales (Hodges,1983). Así, gracias a estas diferencias, Alan pudo someter su artículo el 28 de mayo de 1936 a la Sociedad Matemática de Londres para su publicación a pesar del artículo de Church, y Newman escribió una carta a este recomendando a Alan para que trabajara con él en la Universidad de Princeton, lo que en efecto llegó a realizarse. A su vuelta de América, después de su primera experiencia americana –un poco decepcionante–, Alan encontraría una Europa que se preparaba frenéticamente para la guerra.
En 1937 era conocimiento común de los servicios de inteligencia de Inglaterra que el ejército, la marina, y probablemente también la aviación alemana, cifraban sus mensajes de una manera similar, con base en una máquina llamada Enigma lanzada al mercado en los años veinte pero que los alemanes continuaban perfeccionando. Para 1938, el problema de descifrar Enigma se había convertido en el problema principal de los servicios de inteligencia británicos, y el consenso general era que el problema permanecería insoluble. Dentro del sistema imperante, en que ningún matemático era parte del equipo de inteligencia, probablemente habría tenido que ser así. Pero nada más cercano a la vocación de Alan Turing que el cifrado (y descifrado) de mensajes: el trabajo de la máquina Enigma, en particular, era algo totalmente equiparable a un "procedimiento eficaz" como los que encarnaban las máquinas Turing. No es de extrañar, pues, que Turing fuera reclutado para servir en el Servicio Secreto de Su Majestad en el verano de 1938. Con ello comenzaría un período de su vida rodeado de misterio, pues Alan nunca habló ni a sus más cercanos allegados sobre lo que hacía en este trabajo, y sus detalles solo salieron a la luz pública bastante después de su muerte. Alan realizaría su misión secreta durante varios años, en una mansión victoriana reconvertida, en Bletchley Park, cerca de Londres.
La máquina Enigma era una máquina para traducir caracteres eléctricamente, mediante un juego de tres rotores, los cuales, de acuerdo a sus respectivas posiciones, convertían los símbolos en otros, de entre los 26 del alfabeto, produciendo su resultado mediante letras iluminadas. Los rotores podían estar en cualquiera de las 26 x 26 x 26 = 17576 posiciones combinatoriamente posibles [5]. Naturalmente, parte de la fuerza de este sistema de cifrado era la facilidad con que sus usuarios podían variar periódicamente la posición de los rotores, con lo que de hecho variaban la clave empleada, sin tener que someter a nadie a un readiestramiento en el uso de la máquina o al manejo de tablas de equivalencia complicadas. Sin embargo, y a pesar de su gran número de posibilidades, en sí misma la máquina podía en principio ser derrotada por otra máquina, y su sofisticación sólo iría a servir, en el fondo, para infundir un falso sentido de seguridad a los alemanes. En efecto, cuantas veces Turing y su equipo lograron descifrar los mensajes de la marina alemana, los obvios síntomas de quebrantamiento de la seguridad fueron sistemáticamente atribuidos a éxitos en el espionaje; la máquina Enigma seguiría siempre siendo considerada invencible. 
Decodificador de Enigma
Pero lo cierto fue que, gracias a un formidable esfuerzo realizado por los investigadores ingleses –sobre la base de un excelente trabajo inicial realizado por un equipo de matemáticos en Polonia– ya en 1940 los servicios de inteligencia británicos estuvieron en posesión de una plétora de información producida oportunamente para ser usada, que resultó especialmente importante para ganar la batalla del Atlántico. En medio de ese esfuerzo, Alan Turing desarrolló también las teorías fundamentales que levantaron la criptografía, desde el nivel de un saber puramente empírico que tenía en 1938, al carácter científico y sistemático que hoy ostenta.
Durante este período, Alan fue encargado de la misión muy delicada de servir de oficial de enlace con los científicos de la información que trabajaban del otro lado del Atlántico. En esa condición viajó de nuevo a América, y visitó sin restricciones, bajo la directa protección del Gobierno de Washington, los laboratorios informáticos más secretos de los Estados Unidos. 
Claude Shannon
En correlación con investigadores de la compañía Bell, entre ellos el cibernético Claude Shannon, desarrolló un sistema de transmisión cifrada de la voz, bajo el nombre de código Delilah, por medio del cual se esperaba que el Primer Ministro británico pudiera conversar directamente con el Presidente de los Estados Unidos. El sistema Delilah llegaría a concluirse aproximadamente para las fechas en que se rindió el gobierno alemán a las fuerzas aliadas.
Pero todas estas actividades no consumían totalmente la energía creadora de Alan. Ya en el año 1943 comenzó su colaboración con intentos muy prometedores, auspiciados por el gobierno inglés, de desarrollar un "cerebro electrónico" basado en el modelo de la máquina universal de Turing. Pronto se lo enroló en el Laboratorio Nacional de Física, para la producción de la primera computadora británica, la ACE, en competencia férrea con la ENIAC de la Universidad de Pensilvania, por llegar a ser la primera computadora digital del mundo[6]. Sin embargo, por ese tiempo Turing se había aburrido del trabajo con la máquina universal. Podemos decir que con ello perdió –y el mundo también– la extraordinaria oportunidad de haberse trasladado del campo del hardware al más promisiorio del software, especialmente del software de sistemas [7], del cual él podía considerarse también como auténtico padre. Sin embargo, su curiosidad intelectual lo llevaba ya por otros caminos.
En agosto de 1946 murió su padre. Con esto comenzaría una relación más íntima con su madre, que duraría hasta la muerte de Alan. En setiembre de 1947, volvió a Cambridge, después de ocho años de ausencia. Su pasado en el servicio secreto había quedado en la oscuridad, pues ninguno de los gobiernos aliados tenía interés en que se supiera que tenían conocimiento de los métodos de cifrado de otros gobiernos, sobre todo en medio del nuevo contexto internacional, matizado por la guerra fría con la Unión Soviética. A fines de la década aceptó un puesto en la Universidad de Manchester, donde colaboró marginalmente en las últimas etapas de la producción de la primera computadora exitosa del mundo, creada por F.C. Williams. Sin embargo, su curiosidad intelectual lo había llevado a preocuparse por otro problema, muy diferente de la computación, a saber: la teoría matemática de la morfogénesis[8]. 
Allan Turing: Computinng Machinery and Intelligence (1950)
Escrito fundador de la Inteligencia Artificial con el test de Turing
En 1951, ya con varias marcas de computadoras en el mercado, obtendría un reconocimiento tardío por su trabajo de Números computables, al ser elegido Fellow de la Royal Society; sus padrinos fueron Bertrand Russell y Max Newman.
La personalidad de Alan Turing en su vida corriente era, según sus amigos, muy agradable. Así, todos los testigos consultados por sus biógrafos lo consideraban una persona con gran sentido del humor, y admiraban su compañerismo, su conversación amenísima, su carácter atlético, y su apreciación de la naturaleza. Su defecto principal era una inmensa veneración por la inteligencia, que establecía una barrera para la relación personal que muchas personas no eran capaces de franquear. Su entusiasmo por las ideas y su completo desinterés por obtener dinero, poder o fama eran proverbiales. También es cierto que nunca tuvo consideración por los convencionalismos sociales, y que vivió siempre como él quiso, eligiendo personalmente sus propios estilos de vida, aunque sin incomodar a nadie. Irónicamente, una persona que había realizado hazañas sin paralelo de carácter intelectual, no habría de estar a la altura de esas capacidades al tener que lidiar con situaciones personales especialmente comprometedoras en la crisis más grave de su vida.
Esta parte triste de la historia de Alan Turing se inicia con un encuentro casual en la calle Oxford de Londres a fines de 1951, con un chico de 19 años, famélico y bien parecido. Arnold Murray era un desempleado, con pequeños antecedentes penales, sin oficio ni beneficio. Alan estableció con él una relación sexual intermitente, con visitas regulares de Arnold a su casa. A fines de enero de 1952, la casa de Alan fue asaltada por un intruso –probablemente un amigo de Arnold al que este había hecho confidencias– que robó una serie miscelánea de objetos de poco valor. Alan cometió la imprudencia de reportar este robo a la policía, y dos oficiales vinieron a su casa a tomar huellas digitales. Unos días después, precisamente cuando se anunciaba la muerte de Jorge VI y el acceso al trono de Isabel II, dos detectives llegarían a interrogar a Alan por un delito diferente, en que él mismo era el imputado: "indecencia grave", según una ley contra el homosexualismo, dictada en 1885. El estatuto legal violado, con pena de hasta dos años de prisión, se definía exclusivamente en términos del cuerpo masculino[9], y se aplicaba absolutamente, sin consideración a edad, intervención de dinero, o carácter privado o público de los actos. A todas las preguntas de los investigadores policiales Alan contestó inmediatamente la verdad, con lo que los detectives se dieron el gusto de solucionar su caso en unos pocos minutos.
El 27 de febrero Alan y Arnold se presentaron ante el tribunal para la iniciación de los procedimientos. El abogado de Alan obtuvo su libertad contra fianza, mientras se realizaba el juicio; Arnold fue mantenido en custodia. Alan escribió a su hermano John, informándole de la situación: "Supongo que sabes que soy homosexual"; pero John no tenía idea de tal cosa, aunque siempre le había considerado "misógeno". En la carta Alan le decía que planeaba alegar inocencia en el juicio (¡no sentía haber cometido falta alguna!), lo cual inquietó al hermano, quien tenía sentido práctico y se daba cuenta de lo comprometedoras de las circunstancias. Finalmente, junto con el abogado, convencieron a Alan de aceptar la culpa, para facilitar los trámites. Venía luego la dura tarea de informar a la madre; Alan viajó a Guildford, donde ella vivía, y le explicó tanto como ella pudo comprender –probablemente poco– lo cual la mujer procedió a enterrar rápidamente en su inconsciente. Lo cierto es que estas circunstancias no los separaron, sino tal vez los acercaron más todavía. Finalmente, había que informar a Max Newman, lo más parecido a una figura paterna en la vida de Alan. Newman quedó atónito, pero su reacción fue de completo apoyo. Alan le pidió que actuara como testigo de carácter, lo que Newman aceptó e hizo muy bien. También lo apoyó de igual manera otro colega de Cambridge, Hugh Alexander. El liberalismo cambridgeano se portaba a la altura, pese al temible "estigma por asociación" en una sociedad en que el homosexual era equiparado al leproso. Max Newman fue preguntado en el juicio si recibiría a tal hombre en su casa, y contestó que ya lo había hecho, pues Alan era amigo personal suyo y de su esposa. Describió a Alan como "particularmente honrado y sincero", "completamente absorbido en su trabajo", y "una de las mentes matemáticas más profundas y originales de su generación". El veredicto suspendió la pena, bajo la condición de someterse a un tratamiento a base de hormonas para contrarrestar sus tendencias sexuales.
El período posterior al juicio no se caracterizó ni por estados depresivos de Alan, que según sus amigos nunca los tuvo, ni tampoco, singularmente, por problemas de aceptación social. Sus compañeros de trabajo en Manchester continuaron tratándolo con normalidad. Su vida social, que de todos modos –por vocación y decisión propias– nunca había sido muy amplia, no pareció afectarse. Sí tuvo que lamentar que en adelante le fue imposible entrar a los Estados Unidos, que en ese tiempo prohibía el ingreso a los homosexuales convictos. En cuanto al tratamiento de hormonas, tuvo consecuencias desagradables para su bienestar, aunque no precisamente las previstas por el juez y la ley. Probablemente la consecuencia más desfavorable para Alan de la sentencia en su contra habría sido el hecho de que en adelante tuvo que multiplicar sus viajes al Continente –en vacaciones y fines de semana– como única manera legal de tener distracciones compatibles con sus gustos personales. Se pone uno a pensar si estos múltiples viajes de un conocido homosexual que había sido agente secreto no habría puesto nerviosos a los dirigentes de los servicios de inteligencia de Inglaterra y de los Estados Unidos, donde entonces regía el macartismo de la década, con su paranoia anticomunista. En efecto, las esferas oficiales de ambos países habían repetidamente señalado en esa época a los homosexuales como "riesgos a la seguridad" en relación con nombramientos en los puestos públicos.
Alan Turing fue encontrado muerto en su apartamento en la mañana del 8 de junio de 1954. Contiguo a su cama se encontró una manzana, de la cual faltaban unos mordiscos. También había en la casa un frasco de cianuro, así como un recipiente que contenía una solución de esa sustancia. La autopsia rindió dictamen de envenenamiento por cianuro, aunque la manzana nunca fue examinada. La policía calificó el caso como suicidio, declarándolo cerrado.
La repentina muerte de Alan causó consternación entre sus amigos. Sus vecinos lo habían convidado a cenar solo unos días antes, y se había mostrado con ellos alegre y conversador. Ninguno de sus compañeros de trabajo reportó haber notado ninguna alteración reciente en su conducta o humor. En cuanto a la madre, para ella el caso estaba tan claro como para la policía: "Siempre le dije a Alan que tuviera el cuidado de lavarse las manos después de sus experimentos"; no había duda para ella: todo había sido un accidente. Como quiera que haya sido, en esta forma lamentable terminó, prematuramente, la vida de una de las mentes más preclaras del siglo.
Citas:
[1] Citado por Andrew Hodges(1983), de donde también se toma la mayor parte de la información incluida en este resumen biográfico.
[2] Por ejemplo, descubriendo la serie infinita para la función tangente inversa.
[3] La topología es una rama de las matemáticas que estudia los fenómenos de conectividad, es decir, las propiedades geométricas que no dependen de las medidas de las figuras.
[4] Me parece ser esta palabra la mejor traducción del verbo inglés to scan.
[5] Al cambiarse periódicamente la posición de los rotores, que por supuesto rozaban el uno con el otro, se variaban los caminos de tantas conexiones eléctricas implantadas en sus cuerpos como hay letras en el alfabeto. Es decir, cada posición de los rotores en su conjunto producía otros tantos caminos cruzados de la electricidad que iba desde el punto original de pulsación de cada letra hasta la forma iluminada que se tomaba como su correspondiente codificación.
[6] En realidad, ninguna de esas dos máquinas ganó la carrera por producir la primera computadora en el sentido contemporáneo del término, es decir, máquina electrónica digital de propósito general, con programa almacenado de igual forma que los datos. El 21 de junio de 1948, en la Universidad de Manchester, Inglaterra, corrió el primer programa en una máquina de esta especie, desarrollada por F.C. Williams. La primera computadora americana fue BINAC, de Eckert y Mauchly.
[7] El software de sistemas es el que concierne primordialmente a la producción de lenguajes de programación –verdaderas máquinas Turing virtuales– y sistemas operativos; es decir todo aquello que no sean programas de aplicaciones.
[8] Al dividirse el huevo fecundado sucesivamente en otras células, llega un momento en que las nuevas células no son ya réplicas idénticas de la célula original. Alan creyó discernir en esta división hacia formas divergentes un proceso matemático digno de estudio, y se dedicó a él con resultados muy poco sustanciosos.
[9] Es interesante consignar que en 1921 la Cámara de los Comunes votó en favor de extender la prohibición del homosexualismo para que cubriera a ambos sexos. Pero la Cámara de los Lores rechazó la reforma, con el argumento de que la sola mención del delito "podría darles ideas a las mujeres¡
Referencia:
Hodges, Andrew(1983)Alan Turing.The Enigma (New York: Simon and Schuster)
Texto original tomado de:
Gutiérrez C., Claudio (1993). Epistemología e Informática
[En línea] Disponible en: La informática como ciencia teórica <= 
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Referencias adicionales descargables: 










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Breaking the Code (1997)(English)
(Subtitulado en castellano)
A biography of the English mathematician Alan Turing, who was one of the inventors of the digital computer and one of the key figures in the breaking of the Enigma code, used by the Germans to send secret orders to their U-boats in World War II. Turing was also a homosexual in Britain at a time when this was illegal, besides being a security risk.
Adapted for Television
Hugh Whitemore wrote a shortened version of the play for television. This was filmed in late 1995, as a production of THE DRAMA HOUSE and WGBH BOSTON for BBC NORTH.The first transmission, to my knowledge, was on 17 September 1996 in Canada, by Showcase Television. It was shown in the United States as a Masterpiece Theater production on 2 February 1997. The first British transmission was on BBC1, 5 February 1997.
Filmed for television in a naturalistic suburban setting, rather than on a timeless, expressionist stage set, Breaking the Code inevitably sacrificed many of the elements that made it grip theatre audiences. No stagecraft magic of Derek Jacobi's real-time changes of age: instead the teenage Turing was played by a young actor.
The adapted script also lost some of the more special moments of the play. For instance, on the stage, Turing reveals the logical secret of the Bombe on his last holiday on Corfu, but with the irony that it is revealed to someone who does not understand a word. On the television screen, his explanation is given to an Intelligence officer 'John Smith', all irony lost.
Hugh Whitemore also dropped the words at the death scene, and supplied an anticlimactic ending, a voiceover explaining the dubious honour done to Alan Turing by having part of the Manchester Ring Road being named after him. But this sudden shift into 1990s documentary mode holds the danger of dating very rapidly, and also prompts the awkward question of what Alan Turing is supposed 'really' to have done, which is even less clear in the television film than it was on the stage.
But the television version gained in ways I could not have foreseen. The direction made it less of a one-man show, and the supporting cast was very strong. The sheer bodily closeness, under the unflinching gaze of the camera, presented a wonderful image of 'the logical' confronting head-on 'the physical,' something I had wrestled with in my own writing.
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A biographical account of the life and work of mathematician, codebreaker and computer visionary, Alan Turing. Director: Christopher Sykes Writer: Christopher Sykes
The television film The Strange Life and Death of Dr Turing was made for the BBC Horizon series in December 1991, and first shown on 9 March 1992. The film-maker was Christopher Sykes, who did an excellent job on a rather low budget; it shows many places and people in the Turing story as well as explaining the line of his work, and in fact the interviews were valuable additions to the record. 
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Alan Turing is “the Key Figure of Our Century,” 
Marvin Minsky

On the one hand, pointing out yet again how important a role Alan Turing played in twentieth century affairs, and how large his legacy looms into the twenty-first, seems almost unnecessary now that we are in the midst of the Alan Turing Year.

He’s made it, the moment has arrived, the hoopla has begun. On the other hand, the mere fact that it is the Alan Turing Year means that we run the risk that the celebration itself becomes the focus of our attention and that the man gets obscured in the glitz. I don’t know how many times I have now seen a news item or a blog post about the fact that there is an Alan Turing postage stamp.  I have nothing against the postage stamp —  he certainly deserves it — but the repetition of this fact at the expense of anything else that might be said about him is a symptom of the fact that Turing may, if we are not careful, end up too much a symbol and too little an actual human being. I don’t want to detract from any aspect of this year’s celebrations — anyone who has read this page before knows that I appreciate all of Turingdom, the official and the unofficial, whether on a great scale or on a small one, the institutional and the personal.  But at this moment, for the reasons I just gave, I want to come back to the very real man and the real-world accomplishments he realized in his short life.

In The Strange Life and Death of Dr. Turing (1992), the first voice we hear (apart from an announcer briefly quoting Turing himself) is that of Marvin Minsky, who says:

"Here’s a person who discovered the most important thing in logic and he invented the concept of the stored program computer and he did these wonderful things in biology and cryptology and started artificial intelligence and ran marathons and rode bicycles and had these terrible sexual problems, but I don’t know anything about this person… here’s the key figure of our century, but I don’t know him and I wish I did."

Marvin Minsky — who is a cognitive scientist working in artificial intelligence — is an intellectual giant.  Just ask Isaac Asimov, who said of him that Minsky was one of only two people whom he, Asimov, would admit was more intelligent than he was (the other was Carl Sagan).  When Minsky says someone is the key figure of the 20th century, that’s coming from someone who is himself one of its key figures.

So Minsky’s comment portrays Turing’s legacy in its appropriate scale, but at the same time it provokes the same reaction in us that Minsky is having himself: we want to know the man, the real guy.

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